Todo escritor de mirada bohemia y penetrante ha de declararse, invariablemente, de izquierdas, aunque su concepción cultural y literaria sea rabiosamente clasista, elitista y diferenciadora.
El aspirante eterno a escritor consagrado olvida que el pueblo, ése al que dice retratar desde el otro lado de la barrera, necesita de la poesía para nombrar las cosas, necesita de la literatura para comprender lo que le rodea, para comprenderse a si mismo. Y busca un compromiso, y busca una palabra que, o no la entiende, porque alguien se empeña en que no debe entenderla, o se le niega.
El resultado final es una literatura de apariencia, de pose, efímera, poesía escrita para ser leída sólo y únicamente por poetas, novelas enmarañadas que pretenden embadurnar el agua para simular profundidad.